La incertidumbre política, económica y social en España merma la reputación empresarial de sus empresas

La incertidumbre económica y social está dejando una huella profunda en la reputación de las empresas en España, según sugiere el último informe de la consultora global de comunicación y asuntos públicos LLYC, que advierte que las compañías españolas enfrentan actualmente 137 riesgos reputacionales activos, una cifra que pone de manifiesto la creciente exposición de las marcas ante un entorno cada vez más complejo.

 

Según el estudio, estos riesgos se agrupan en seis grandes áreas que afectan tanto a la percepción pública como a la sostenibilidad de los negocios: gobernanza, impacto social, impacto medioambiental, transformación del negocio, relación con el talento y vínculo con los clientes.

La interacción simultánea de estos factores, unidos a una mayor sensibilidad social y regulatoria, convierte la gestión de la reputación on-line en una prioridad estratégica ineludible, que lucha contra un entorno más volátil, más conectado y más exigente.

El análisis de LLYC destaca que la velocidad de propagación de los riesgos ha aumentado debido a la hiperconectividad digital, de manera que los temas que antes eran gestionables en silencio, hoy se viralizan en cuestión de minutos.

Además, el informe advierte que el 60 % de los riesgos reputacionales son de carácter emergente, es decir, aún no se han materializado en una crisis visible, pero contienen un potencial disruptivo si no se abordan con anticipación.

Según recoge el informe, “la vulnerabilidad de las empresas no se mide solo por los errores que cometen, sino por su capacidad de escuchar, adaptarse y responder en tiempo real a lo que preocupa a sus grupos de interés”.

Así las cosas, la reputación se consolida como una construcción dinámica que exige vigilancia constante, transparencia y una narrativa coherente en todos los canales.

Entre los hallazgos más relevantes del informe destaca la creciente relevancia del rol de los líderes empresariales, de manera que en contextos de incertidumbre, la figura del CEO se convierte en un portavoz de estabilidad o, por el contrario, en el catalizador de una crisis reputacional si no comunica con claridad y coherencia.

Por este motivo, el informe recomienda reforzar las capacidades del liderazgo en comunicación estratégica, así como construir marcos de respuesta que contemplen escenarios de crisis reputacional ligados a temas como el ESG, el uso de la inteligencia artificial, la diversidad e inclusión o la desinformación en redes sociales.

De esta manera, la gestión reputacional ya no puede concebirse como un accesorio del marketing o las relaciones públicas, sino que en el contexto económico y político actual, se ha convertido en una variable crítica para la continuidad y la diferenciación de las organizaciones, a la hora de gestionar la capacidad de atraer inversión, la fidelización de los clientes y la retención del talento, contextos en los que la percepción pública influye en todas las áreas del negocio.

El estudio concluye que las empresas que aspiren a ser competitivas en el medio y largo plazo deberán construir una “inteligencia reputacional” propia, apoyada en herramientas de análisis predictivo, escucha activa y colaboración transversal entre departamentos. 

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